lunes, 19 de agosto de 2013

El espejo del cielo - Bolivia

Lo primero que sorprende son las inmensas dimensiones del salar iguales a un tercio de la superficie de Bélgica, o a la mitad de la provincia argentina de Tucumán. La cantidad de sal acumulada allí es tan grande que se estima que si se pudiese procesar, alcanzaría con creces para abastecer durante un año el consumo humano de todos los habitantes del planeta.
El salar tiene paisajes muy variados, pero uno de los más especiales se forma cuando el cielo está nublado. En ese espejo que es el suelo del salar las nubes se ven reflejadas de tal forma que la línea del horizonte se vuelve difusa hasta casi desaparecer, haciendo imposible diferenciar el cielo de la tierra, efecto conocido como “whiteout”.
Conducir un vehículo, correr o simplemente caminar en medio de este inmenso lago de sal es una experiencia extraordinaria. Sobre ese cristal perfecto uno se ve reflejado, comienza a hacer muecas, posa y termina jugando como un chico.
Casi en el límite con Chile, ese infinito mar de sal, cuyo final se pierde en el horizonte, tiene tres espejos de agua, las lagunas Colorada, Verde y Celeste que toman su nombre precisamente de los tonalidades que muestra el agua según los elementos químicos que predominen en su superficie.

Entre los poblados de la zona se destaca Uyuni, una pequeña localidad que los turistas consideran la “entrada” al salar. Allí se encuentra “el cementerio de trenes” con los restos más importantes de la maquinaria ferroviaria del Alto Perú del siglo XIX.



El espejo del cielo en una maravillosa vista al atardecer.


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