Lo primero que sorprende son las inmensas dimensiones del salar iguales
a un tercio de la superficie de Bélgica, o a la mitad de la provincia argentina
de Tucumán. La cantidad de sal acumulada allí es tan grande que se estima que
si se pudiese procesar, alcanzaría con creces para abastecer durante un año el
consumo humano de todos los habitantes del planeta.
El salar tiene paisajes muy variados, pero uno de los más especiales se
forma cuando el cielo está nublado. En ese espejo que es el suelo del salar las
nubes se ven reflejadas de tal forma que la línea del horizonte se vuelve
difusa hasta casi desaparecer, haciendo imposible diferenciar el cielo de la
tierra, efecto conocido como “whiteout”.
Conducir un vehículo, correr o simplemente caminar en medio de este
inmenso lago de sal es una experiencia extraordinaria. Sobre ese cristal
perfecto uno se ve reflejado, comienza a hacer muecas, posa y termina jugando
como un chico.
Casi en el límite con Chile, ese infinito mar de sal, cuyo final se
pierde en el horizonte, tiene tres espejos de agua, las lagunas Colorada, Verde
y Celeste que toman su nombre precisamente de los tonalidades que muestra el
agua según los elementos químicos que predominen en su superficie.
Entre los poblados de la zona se destaca Uyuni, una pequeña localidad
que los turistas consideran la “entrada” al salar. Allí se encuentra “el
cementerio de trenes” con los restos más importantes de la maquinaria
ferroviaria del Alto Perú del siglo XIX.
El espejo del cielo en una maravillosa vista al atardecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario